Había nacido con zapatos. Rojos, finos, de taco alto,
que fueron la desesperación de todos los que vivimos juntos
en aquel tiempo.
Y en la cara tenía varias dentaduras, y lentes celestes como
el fuego.
Al pasar, por la tarde, parecía el ángel de la devoración con
pie punzó.
Mas, en realidad, amó la luz solar. Comía guindas, llevándose
una a cada boca.
Y sentía temor y amor hacia el Maestro Tigre que llegaba
en la noche a buscar doncellas.
Y nunca la eligió.
Marosa di Giorgio en La liebre de marzo, 1981
telegrama pa la guada:
ResponderEliminar.leyendo la barrita lateral, me acabo de acordar que nunca aprendi a usar twitter jajaja
.te respondi en mi blogsin
.mori de la risa con tus hojitas ''menstruales'' jajaja
.celestes como el fuego!